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viernes, 26 de julio de 2013

Encuentro del Papa Francisco con jóvenes participantes en la JMJ

Río de Janeiro, 26 de julio de 2013 (Heraldos Info).- Alrededor de un millón de jóvenes saludaron ayer tarde (18:00 hora local) al Papa Francisco en su primer encuentro con los jóvenes cariocas y con los participantes en la JMJ. El encuentro se realizó en un gigantesco palco construido para este magno evento en la playa de Copacabana.


Antes del encuentro propiamente dicho, tuvo lugar una representación titulada “Río de la fe” en la que 150 jóvenes ponían en escena la vida diaria de la ciudad. Después del saludo del arzobispo Orani JoaoTempesta, tomó la palabra el Santo Padre.

“Veo en ustedes la belleza del rostro joven de Cristo, y mi corazón se llena de alegría”, exclamó el Papa, saludando a los jóvenes , hablándoles después de sus recuerdos de la primera Jornada Mundial de la Juventud que se celebró en Buenos Aires, su ciudad, en 1987.

“Este año -dijo a continuación- la Jornada vuelve, por segunda vez, a América Latina. Y ustedes, jóvenes, han respondido en gran número a la invitación de Benedicto XVI, que les ha convocado para celebrarla. Se lo agradecemos de todo corazón. Y a él que nos convocó hoy aquí, le enviamos un saludo y un fuerte aplauso. Ustedes saben que, antes de venir a Brasil, estuve charlando con él y le pedí que me acompañara en el viaje, con la oración. Y me dijo: los acompaño con la oración y estaré junto al televisor. Así que ahora nos está viendo. Mi mirada se extiende sobre esta gran muchedumbre: ¡Son ustedes tantos! Llegados de todos los continentes. Distantes, a veces no sólo geográficamente, sino también desde el punto de vista existencial, cultural, social, humano. Pero hoy están aquí, o más bien, hoy estamos aquí, juntos, unidos para compartir la fe y la alegría del encuentro con Cristo, de ser sus discípulos. Esta semana, Río se convierte en el centro de la Iglesia, en su corazón vivo y joven, porque ustedes han respondido con generosidad y entusiasmo a la invitación que Jesús les ha hecho para estar con él, para ser sus amigos”.

“El tren de esta Jornada Mundial de la Juventud ha venido de lejos y ha atravesado la Nación brasileña siguiendo las etapas del proyecto “Bota fe - Poned fe”. Hoy ha llegado a Río de Janeiro. Desde el Corcovado, el Cristo Redentor nos abraza y nos bendice. Viendo este mar, la playa y a todos ustedes, me viene a la mente el momento en que Jesús llamó a sus primeros discípulos a orillas del lago de Tiberíades. Hoy Jesús nos sigue preguntando: ¿Quieres ser mi discípulo? ¿Quieres ser mi amigo? ¿Quieres ser testigo del Evangelio? En el corazón del Año de la fe, estas preguntas nos invitan a renovar nuestro compromiso cristiano. Sus familias y comunidades locales les han transmitido el gran don de la fe. Cristo ha crecido en ustedes. Hoy quiere venir aquí para confirmarlos en esta fe, la fe en Cristo vivo que habita en ustedes, pero he venido yo también para ser confirmado por el entusiasmo de la fe de ustedes. Ustedes saben que en la vida de un obispo hay tantos problemas que piden ser solucionados. Y con estos problemas y dificultades, la fe del obispo puede entristecerse. Que feo es un obispo triste... Para que mi fe no sea triste he venido aquí para contagiarme con el entusiasmo de ustedes”.

Después el Papa recibió el saludo de cinco jóvenes procedentes de los cinco continentes y tras la lectura del evangelio de San Lucas que narra el episodio de la transfiguración, se dirigió nuevamente a los presentes:

“Qué bien se está aquí”, exclamó Pedro, después de haber visto al Señor Jesús transfigurado, revestido de gloria. ¿Podemos repetir también nosotros esas palabras?- se preguntó el Santo Padre- Pienso que sí, porque para todos nosotros, hoy, es bueno estar aquí en torno a Jesús. Él es quien nos acoge y se hace presente en medio de nosotros, aquí en Río. Y en el Evangelio también hemos escuchado las palabras del Padre: “Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle”. Por tanto, si por una parte es Jesús el que nos acoge; por otra, también nosotros hemos de acogerlo, ponernos a la escucha de su palabra, porque precisamente acogiendo a Jesucristo, Palabra encarnada, es como el Espíritu nos transforma, ilumina el camino del futuro, y hace crecer en nosotros las alas de la esperanza para caminar con alegría”.

“Pero, ¿qué podemos hacer? -continuó el pontífice y respondió: “Bota fé – Pon fe”. La cruz de la Jornada Mundial de la Juventud ha gritado estas palabras a lo largo de su peregrinación por Brasil. ¿Qué significa “Pon fe”? Cuando se prepara un buen plato y ves que falta la sal, “pones” sal; si falta el aceite, “pones” aceite… “Poner”, es decir, añadir, echar. Lo mismo pasa en nuestra vida, queridos jóvenes: si queremos que tenga realmente sentido y sea plena, como ustedes desean y merecen, les digo a cada uno y a cada una de ustedes: “pon fe” y tu vida tendrá un sabor nuevo, la vida tendrá una brújula que te indicará la dirección; “pon esperanza” y cada día de tu vida estará iluminado y tu horizonte no será ya oscuro, sino luminoso; “pon amor” y tu existencia será como una casa construida sobre la roca, tu camino será gozoso, porque encontrarás tantos amigos que caminan contigo. ¡Pon fe, pon esperanza, pon amor!”.

Y “¿Quién puede darnos esto? En el Evangelio - subrayó- escuchamos la respuesta: Cristo. ...Jesús es quien nos trae a Dios y nos lleva a Dios, con él toda nuestra vida se transforma... Por eso hoy les digo a cada uno de ustedes: “Pon a Cristo” en tu vida y encontrarás un amigo del que fiarte siempre; “pon a Cristo” y verás crecer las alas de la esperanza para recorrer con alegría el camino del futuro; “pon a Cristo” y tu vida estará llena de su amor, será una vida fecunda”.


“Hoy nos hará bien a todos que nos preguntásemos sinceramente: ¿en quién ponemos nuestra fe? ¿En nosotros mismos, en las cosas, o en Jesús? Todos tenemos muchas veces la tentación de ponernos en el centro... de creer que nosotros solos construimos nuestra vida, o que es el tener, el dinero, el poder es lo que da la felicidad. Pero no es así. El tener, el dinero, el poder pueden ofrecer un momento de embriaguez, la ilusión de ser felices, pero, al final, nos dominan y nos llevan a querer tener cada vez más, a no estar nunca satisfechos. Y terminamos empachados pero no alimentados y es muy triste ver a una juventud empachada pero débil.... ¡“Pon a Cristo” en tu vida, pon tu confianza en él y no quedarás defraudado! Miren, queridos amigos, la fe hace una revolución que podríamos llamar copernicana, nos quita del centro y pone en el centro a Dios; la fe nos inunda de su amor que nos da seguridad, fuerza, esperanza. Aparentemente parece que no cambia nada, pero, en lo más profundo de nosotros mismos, todo cambia. En nuestro corazón habita la paz, la dulzura, la ternura, el entusiasmo, la serenidad y la alegría, que son frutos del Espíritu Santo....y nuestra existencia se transforma...La fe es revolucionaria y yo os pregunto hoy: ¿estás dispuesto, estás dispuesta a entrar en esta onda de la revolución de la fe? Solo entrando tu vida joven va a tener sentido y así será fecunda”.

“Querido joven, querida joven: “Pon a Cristo” en tu vida. En estos días, Él te espera ; escúchalo con atención y su presencia entusiasmará tu corazón. “Pon a Cristo”: Él te acoge en el Sacramento del perdón, con su misericordia cura todas las heridas del pecado. No tengas miedo a pedirle perdón porque Él en su tanto amor nunca se cansa de perdonarnos, como un padre que nos ama. ¡Dios es pura misericordia! “Pon a Cristo”: Él te espera también en la Eucaristía, Sacramento de su presencia, de su sacrificio de amor, y... también en la humanidad de tantos jóvenes que te enriquecerán con su amistad, te animarán con su testimonio de fe, te enseñarán el lenguaje del amor, de la bondad, del servicio. También tú, querido joven, querida joven, puedes ser un testigo gozoso de su amor, un testigo entusiasta de su Evangelio para llevar un poco de luz a este mundo nuestro.”

“Qué bien se está aquí” poniendo a Cristo, la fe, la esperanza, el amor que él nos da, en nuestra vida. Queridos amigos, en esta celebración hemos acogido la imagen de Nuestra Señora de Aparecida. Con María, le pedimos que nos enseñe a seguir a Jesús, que nos enseñe a ser discípulos y misioneros”, concluyó el pontífice que después de rezar el Padre Nuestro y bendecir a todos los presentes, se trasladó a la residencia de Sumaré donde pernoctó.


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