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jueves, 22 de agosto de 2013

La Santísima Virgen María, Reina.

En el quinto misterio glorioso del Santo Rosario contemplamos la Coronación de la Santísima Virgen como Reina de Cielos y Tierra, y es justamente la Memoria que la liturgia de hoy nos ofrece. 

El 22 de agosto celebramos a la Santísima Virgen María como Reina. María es Reina por ser Madre de Jesús, Rey del Universo.

La fiesta de hoy fue instituida por el Papa Pío XII, en 1955 para venerar a María como Reina igual que se hace con su Hijo, Cristo Rey, al final del año litúrgico. A Ella le corresponde no sólo por naturaleza sino por mérito el título de Reina Madre.

María ha sido elevada sobre la gloria de todos los santos y coronada de estrellas por su divino Hijo. Está sentada junto a Él y es Reina y Señora del universo. María fue elegida para ser Madre de Dios y Ella, sin dudar un momento, aceptó con alegría. Por esta razón, alcanza tales alturas de gloria. Nadie se le puede comparar ni en virtud ni en méritos. A Ella le pertenece la corona del Cielo y de la Tierra. María está sentada en el Cielo, coronada por toda la eternidad, en un trono junto a su Hijo. Tiene, entre todos los santos, el mayor poder de intercesión ante su Hijo por ser la que más cerca está de Él.

La Iglesia la proclama Señora y Reina de los ángeles y de los santos, de los patriarcas y de los profetas, de los apóstoles y de los mártires, de los confesores y de las vírgenes. Es Reina del Cielo y de la Tierra, gloriosa y digna Reina del Universo, a quien podemos invocar día y noche, no sólo con el dulce nombre de Madre, sino también con el de Reina, como la saludan en el cielo con alegría y amor los ángeles y todos los santos.

La realeza de María no es un dogma de fe, pero es una verdad del cristianismo. Esta fiesta se celebra, no para introducir novedad alguna, sino para que brille a los ojos del mundo una verdad capaz de traer remedio a sus males. [1]

"El reino de Cristo es primordialmente un reino espiritual. Ya dijo Nuestro Señor que su ‘reino no es de este mundo'. Para entrar en este reino los hombres ‘se preparan mediante el arrepentimiento, y a él no pueden entrar sino por la fe y el bautismo'. Puesto que María es Reina de este reino, su poder real se aplicará, ante todo a cosas espirituales. Además, el hecho mismo de que María se nos presente como co-conquistadora contra Satanás señala ya la naturaleza primordialmente espiritual de su poder. Mas si bien es verdad que el reino de Cristo es, ante todo, espiritual, también es cierto que no lo es exclusivamente. El papa Pío XI nos asegura en su encíclica ‘Quas primas' que Cristo Rey tiene también autoridad sobre asuntos temporales y civiles. Puesto que María es Reina de todo el reino de Cristo, se sigue, lógicamente, que, sujeta al Rey, ella también tiene autoridad de Reina sobre los asuntos temporales".
 
"Llegamos a la inevitable conclusión de que la autoridad regia de María se extiende a todo el género humano y aún a los ángeles" y por ende, "tanto las naciones como las familias y los individuos deben veneración y homenaje a María, porque es Reina del universo; lo mismo que deben adoración y homenaje a Cristo porque Él es Rey del universo". [2]


María Santísima ejerce Su potestad de reina, fundamentalmente por medio de la distribución de la Gracia. Ella es el canal excelso por el cual nos vienen todas las ayudas del Cielo. “Dios la ha escogido por tesorera, administradora y dispensadora de todas las gracias, de suerte que todas las gracias y dones pasan por sus manos y conforme al poder que ha recibido reparte Ella a quien quiere, como quiere, cuando quiere y cuanto quiere, las gracias del Eterno Padre, las virtudes de Jesucristo y los dones del Espíritu Santo.” [3]

Dejemos entonces que la Santísima Virgen reine en nuestras vidas y sobretodo en nuestros corazones, es decir en nuestra voluntad, para que así más perfectamente lleguemos al reinado de Su Divino Hijo.



[1] Catholic.net

[2] Reino de Cristo, Reino de María por Fermín M. Schmidt, O.F.M. Cap. in Mariología.

[3] El Secreto de María, San Luis María Grignion de Montfort.


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