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domingo, 30 de diciembre de 2012

"Populus Qui Habitabat In Tenebris Vidit Lucem Magnam"

Quito, 30 de Diciembre de 2012 (Heraldos Info). “La Navidad es una fiesta cristiana y sus símbolos constituyen referencias importantes al gran misterio de la encarnación y el nacimiento de Jesús que la liturgia recuerda constantemente” (Benedicto XVI). Entre sus símbolos también podría estar la iluminación, que bien nos puede recordar la frase “Populus Qui Habitabat In Tenebris Vidit Lucem Magnam” . El nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo es esa gran luz que trajo la alegría a la humanidad, ya que con Él nos vino la Redención.

En esa perspectiva y como símbolo de esa Gran Luz, les mostramos unas fotos que nos llegó de una bella iluminación exterior de la Basílica de Nuestra Señora del Rosario del seminario de los Heraldos del Evangelio ubicado en Caieiras (Sao Paulo – Brasil). Luces que ciertamente son para manifestar la alegría de este tiempo de Navidad.



martes, 25 de diciembre de 2012

Santa Navidad


“Donde abundó el pecado, abundó en exceso la gracia”, (Rm 5 ,20). Parece ser que -como las puertas del infierno nunca prevalecerán contra la Iglesia- cuanto mayor sea la crisis, más hermosa será la época histórica posterior a ella. En el momento de recordar el nacimiento del Niño Jesús en Belén, crece en nosotros la confianza de que caminamos hacia una era cristiana de bellezas inimaginables, a pesar -y quizás a causa- de las dramáticas crisis actuales.

Con esta perspectiva, quienes hacemos este blog Heraldos Info, les deseamos una santa, feliz y esperanzadora Navidad.


domingo, 23 de diciembre de 2012

Trece razones para celebrar la Navidad en el Año de la Fe.

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Pamplona, 23 de Diciembre de 2012 (Heraldos Info).- En el contexto del Año de la Fe, tiempo de gracia convocado por el Santo Padre Benedicto XVI con la intensión "de ilustrar a todos los fieles la fuerza y belleza de la fe" -como destaca el Pontífice en la Carta Apostólica "Porta Fidei"-, la Navidad está llamada para ser vivida de un modo especial.

Esta es la invitación que ha hecho el padre Javier Leoz de la diócesis española de Pamplona y Tuleda, quien ha expuesto trece motivos para vivir la Navidad con fe durante este tiempo de gracia convocado por el Sumo Pontífice.

Exponemos a continuación las trece razones para vivir esta Navidad en el Año de la Fe:

1. La Navidad con fe nos empuja a expresar nuestra alegría cristiana con los villancicos. El gran enemigo de este gozo navideño es el disfrute sin sentido y las melodías eclécticas y políticamente correctas.

2. La Navidad con fe es un tiempo de gran contenido espiritual: Dios se hace amor. Por el contrario, la Navidad sin fe, reduce estos días a un mero sentimentalismo. Como si la fuente de todo bien, lejos de estar en Dios, residiera exclusivamente en el ser humano.

3. La Navidad con fe es apertura a uno de los más grandes misterios: Dios se hace hombre. La Navidad sin fe, coloca en el centro al hombre por el hombre. Arranca toda referencia divina del calendario civil o festivo.

4. La Navidad con fe nos recuerda que si Dios compartió nuestra débil condición, en un acto supremo de caridad, también nosotros hemos de hacer lo propio compartiendo con los que nos rodean aquello que fuera necesario. La Navidad sin fe se empeña en inclinar la balanza del compartir al consumir.

5. La Navidad con fe felicita porque ama y ama felicitando. Pero la causa de su felicitación es Cristo. La Navidad sin fe se contenta con agasajar durante unos días más o menos santos y sin referencia al amor y mucho menos a Dios.

6. La Navidad con fe se alimenta de la Palabra de Dios, de la Eucaristía y con la oración. La Navidad sin fe se distrae con los dulces, con la mesa sin bendecir y con la televisión encendida.

7. La Navidad con fe se visualiza en películas convenientemente elegidas o en lecturas que ayudan al crecimiento interior. La Navidad sin fe invade el ámbito de lo personal y público y, muchas veces, sin respeto a la sensibilidad religiosa de una gran mayoría.

8. La Navidad con fe saluda con un "Dios te bendiga". La Navidad sin fe se dedica simplemente a ofrecer abrazos vacíos.

9. La Navidad con fe pone en su punto el pesebre, el árbol, las estrellas, el Evangelio y la tradición cristiana de la familia. La Navidad sin fe pone a punto las compras.

10. La Navidad con fe disfruta dando y saliendo en mil pequeños detalles al encuentro de los demás. La Navidad sin fe aguarda un premio en la lotería, una fiesta nocturna, un cotillón o incluso nada.

11. La Navidad con fe confía en que el Señor sea la paz de aquellos países que se encuentran en guerra, en tantos corazones desgarrados. La Navidad sin fe sólo piensa en las navidades como una corta tregua.

12. La Navidad con fe comunica una gran noticia: Dios ha hablado en un niño. Ha nacido. La Navidad sin fe lo silencia y se dedica a llenar de palabras o anuncios superficiales todos estos días.

13. La Navidad con fe celebra el acontecimiento del Nacimiento de Cristo. La Navidad sin fe reduce todo a una tradición o sentimientos más o menos humanos despojándola de toda referencia cristiana.

Tomado de la agencia Gaudium Press

jueves, 20 de diciembre de 2012

Tradicional pesebre en España.

Madrid, 20 de Diciembre de 2012 (Heraldos Info).- Todos los años en Madrid, durante el mes de diciembre, se puede apreciar una gran aglomeración de jóvenes, adultos y niños, personas de todas las edades, en la calle Cinca Nº 17, para ver el magnífico y tradicional Belén (pesebre) con luz, sonido y movimiento que ofrecen los Heraldos del Evangelio de la capital española.

Este Belén tiene la particularidad de contar la Historia de la Encarnación del Hijo de Dios mientras se desenvuelven variadas escenas, dando un mensaje muy apropiado para nuestros días.

Esto es promovido para incentivarnos a que todos montemos un nacimiento en nuestros hogares y sobretodo procuraremos vivir lo que representa.

La entrada es libre y se puede visitar todos los días a partir de las 17:00 hrs hasta las 21:00 hrs.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

La Fe de María Santísima en el misterio de la Anunciación.

Ciudad del Vaticano, 19 de diciembre de 2012 (Heraldos Info).- Durante la acostumbrada audiencia general de los miércoles, el santo padre Benedicto XVI expuso su catequesis con el tema: “La fe de María, a la luz del misterio de la Anunciación” resaltando a Nuestra Señora como Imagen de fe y obediencia. 

A continuación las palabras del Santo Padre extraída del servicio de información del Vaticano:

En la Anunciación, el ángel saluda a María con las palabras “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Ese saludo - ha dicho el Papa- es “una invitación a la alegría, anuncia el fin de la tristeza que hay en el mundo frente al límite de la vida, el sufrimiento, (...) la oscuridad del mal que parece ofuscar la luz de la bondad divina. Es un saludo que marca el comienzo del Evangelio, de la Buena Nueva”.

La respuesta al motivo de la alegría de la Virgen está en la segunda parte de la frase: “El Señor está contigo. En María “se cumple la esperanza de la llegada definitiva de Dios, en ella toma morada el Dios vivo”. La expresión “llena de gracia” aclara ulteriormente la fuente de esa alegría que “procede de la comunión con Dios (...) del ser morada del Espíritu Santo (...). María es la criatura que ha abierto de par en par las puertas a su Creador, se ha puesto en sus manos sin límites” y “ vive (...) atenta a reconocer los signos de Dios en el camino de su pueblo; se inserta en una historia de fe y esperanza en las promesas de Dios, que constituye el tejido de su existencia. (...) Como Abraham, María se fía plenamente de la palabra que le anuncia el mensajero divino y se convierte en modelo y madre de todos los creyentes”.

Benedicto XVI ha hecho hincapié en otro aspecto importante: “La apertura del alma a Dios y a su acción en la fe también incluye el elemento de la oscuridad”. “La relación entre los seres humanos y Dios no borra la distancia entre el Creador y la criatura (...) Pero, aquel que -como María - está abierto totalmente a Dios, llega a aceptar su voluntad aunque sea misteriosa, aunque a menudo no corresponda con nuestros deseos (...) Lo mismo sucede con María; su fe vive la alegría de la Anunciación, pero también pasa a través de la oscuridad de la crucifixión del Hijo, hasta llegar a la luz de la Resurrección”.

“No es diferente para nosotros el camino de fe - ha señalado el Santo Padre-, encontramos momentos de luz, pero también pasajes en los que Dios parece ausente, su silencio pesa en nuestros corazones y su voluntad no se corresponde con la nuestra (...) Pero cuanto más nos abrimos a Dios, (..) - como Abraham y como María - mas Él nos hace capaces, con su presencia, de vivir cada situación de la vida en paz y seguros de su lealtad y su amor. Ahora bien, esto significa salir de nosotros mismos y de nuestros proyectos, para que la Palabra de Dios sea la lámpara que guíe nuestros pensamientos y nuestras acciones”.

Desde la pérdida de Jesús en el Templo, María “debe renovar la fe profunda con la que dijo "sí" en la Anunciación (...) debe saber dejar libre a ese Hijo que ha engendrado para que siga su misión. Y el "sí" de María a la voluntad de Dios, la obediencia de la fe, se repite a lo largo de su vida, hasta el momento más difícil, el de la Cruz”.

“Hay una actitud de fondo que María asume frente a lo que sucede en su vida - ha explicado el Papa- .Se afirma que "guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón". Podríamos decir que (...) colocaba cada elemento, cada palabra, cada acontecimiento, dentro de un conjunto y lo examinaba, lo conservaba, reconociendo que todo viene de la voluntad de Dios. María no se detiene en una primera comprensión superficial de lo que está sucediendo en su vida, sino que sabe mirar en profundidad, se siente interpelada por los acontecimientos, los elabora, los discierne, y conquista la comprensión que puede asegurar solamente la fe. Es la humildad profunda de la fe obediente de María, que acoge en sí también lo que no comprende de la actuación de Dios, dejando que sea Él quien abra su mente y su corazón”

“La solemnidad de la Natividad del Señor, que pronto celebraremos - ha concluido el Santo Padre- nos invita a vivir esta misma humildad y obediencia de la fe. La gloria de Dios no se manifiesta en el triunfo y el poder de un rey, no brilla en una famosa ciudad (...) vive en el seno de una virgen, y se revela en la pobreza de un niño. La omnipotencia de Dios, también en nuestras vidas, actúa con la fuerza, a menudo silenciosa de la verdad y el amor. La fe nos dice entonces, que el poder inerme de ese Niño, al final vence el estruendo de las potencias del mundo.”


sábado, 15 de diciembre de 2012

La Real Academia de Doctores de España realizó una Mesa Redonda con motivo de los 50 años del Concilio Vaticano II.

Madrid, 15 de Diciembre de 2012 (Heraldos Info).- La Real Academia de Doctores de España, sección Teología, realizó  una Mesa Redonda el pasado 5 de diciembre en la Biblioteca de la Universidad Complutense, de Madrid, con motivo de los 50 años del Concilio Vaticano II. El Presidente de la Sociedad Mariológica Española y uno de los mayores especialistas mundiales en temas josefinos, Fray Enrique Llamas Martínez, OCD, recuerda los debates que hubo a respecto del papel de la Virgen María en la Redención y del papel importantísimo que tiene su virginal esposo San José.

Durante su intervención, Fray Enrique Llamas, dijo que los teólogos españoles “tenemos toda una tradición y una riqueza de doctrina en los siglos XVI y XVII, en que se dice que [la Santísima Virgen María] ha colaborado con su Hijo a la obra de la Redención y por eso no podía estar bajo el pecado original”.

La Constitución Dogmática “Lumen Gentium”, explicó el Padre Llamas, finalmente manifestó no tener "la intención de proponer una doctrina completa sobre María ni resolver las cuestiones que aún no ha dilucidado plenamente la investigación de los teólogos", lo cual pospuso la declaración formal de la Iglesia en esta materia [la Corredención Mariana].

Otro punto destacado de la intervención del Catedrático Emérito de la Universidad de Salamanca hace referencia a San José. Después de recordar que “dos Arzobispos orientales propusieron que se hablara de María como corredentora y mediadora", dijo el sacerdote que los prelados también pidieron "que se corrigiera el capítulo para introducir el nombre de San José (...). Un Arzobispo de Haití (francés) presentó un trabajo diciendo que había un vacío enorme al no incluir a San José".

El Doctor en Teología lamentó que no se hubiera atendido esta solicitud. "María no era una mujer soltera, era una Virgen desposada. El capítulo VIII de “Lumen Gentium” debió tener la delicadeza de decir que la Virgen era Madre del Hijo de Dios y esposa virginal de San José".

La Josefología, o estudio de San José, es aún una rama de la teología poco estudiada y de la cual podrían extraerse aplicaciones muy actuales. El descuido en esta materia representa para Fray Enrique Llamas una grave carencia. "No se ha podido hacer una doctrina para la familia, a partir del Concilio, para dignificar la paternidad. Había más teólogos que se hubieran inclinado por esclarecer el Misterio de la Encarnación", concluyó.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Escuela de monaguillos San Miguel Arcángel se preparan para la Navidad.

Quito, 14 de diciembre de 2012 (Heraldos Info).- Nos llega este corto vídeo como un avant premiere de las actividades navideñas organizadas por la escuela de monaguillos San Miguel Arcángel de los Heraldos del Evangelio en la ciudad de Cuenca. En él se refleja mucho ánimo y fervor, propio de almas inocentes que quieren servir a la Iglesia. Veamos:



jueves, 13 de diciembre de 2012

Teólogos españoles en defensa de la Santísima Virgen y de San José.

Quito, 13 de diciembre de 2012 (Heraldos Info).- El Padre Enrique Llamas, presidente de la Asociación Mariológica de España, Recordó el intenso debate que hubo en el Concilio Vaticano II sobre la colaboración de la Santísima Virgen en la obra de la redención, es decir, la Madre de Dios como corredentora de la humanidad. Subrayó que por eso a los teólogos españoles ''Nos llamaban inventores de verdades''.

Además comentó la actuación de los teólogos españoles en defensa de la Inmaculada, y su infructuoso esfuerzo por que se incluyera el nombre de san José en el capítulo VIII de la Lumen Gentium.

A continuación la noticia nos la muestra la agencia Zenit:

El mariólogo Enrique Llamas, sobre el capítulo VIII de la 'Lumen Gentium', en la Real Academia de Doctores

Por Nieves San Martín 

MADRID, martes 11 diciembre 2012 (ZENIT.org).- En la Biblioteca Complutense de Madrid, la Academia de Doctores, y concretamente su sección de Teología, celebró este 5 de diciembre una mesa redonda con motivo de los cincuenta años del Concilio Vaticano II. El presidente de la Asociación Mariológica de España, padre Enrique Llamas, subrayó el papel de los teólogos españoles en defensa de la Inmaculada y su infructuoso esfuerzo por que se incluyera el nombre de san José en el capítulo VIII de la Lumen Gentium.

En la mesa redonda, intervino el carmelita Enrique Llamas Martínez, presidente de la Asociación Mariológica de España. El padre Llamas explicó algunos pormenores del debatido capítulo VIII de la constitución Lumen Gentium, sobre la Virgen María. “Nos llamaban inventores de verdades a los teólogos españoles”, explicó, por defender que la doctrina de la Inmaculada Concepción es muy antigua y, concretamente en España se remonta al siglo IV.

Con un posterior animado debate, tuvo lugar esta mesa redonda en la Real Academia de Doctores de España, sobre el tema “A los 50 años del Concilio Vaticano II. Su actualidad ante la nueva evangelización”, a cargo de los académicos de número Enrique Llamas Martínez y Domingo Muñoz León y moderada por Juan José Ayan Calvo.

El mariólogo Llamas recordó, porque estuvo presente en Roma, durante las sesiones del Vaticano II, que el capítulo VIII de una de las principales constituciones que emitió esta magna asamblea eclesial del mundo entero, fue muy debatido. Abordaba la figura de María, la madre de Jesús. Llamas leyó algunos párrafos de este capítulo titulado “La bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia”.

Sobre el papel de María en la Nueva Evangelización, el padre Llamas hizo hincapié en que se deduce de la doctrina del Vaticano II, y del papel que este sínodo universal atribuyó a la Madre de Jesús.

Recordó que, por el bautismo, todos los cristianos están llamados a la salvación, gracia, amistad con Dios que, en definitiva, es la vocación universal a la santidad. Y María descuella como la primera redimida, salvada, preservada.

“Tipo y figura de la Iglesia, María tiene toda esta santidad, predica no de palabra sino con el testimonio. Es el principio de la Evangelización para que la verdad del Espíritu Santo se haga salvación para todos”, afirmó el padre Llamas en su exposición.

Recordó el ponente algunas encíclicas y exhortaciones de Pablo VI que dan luz y actualidad a esta doctrina del Vaticano II. Subrayó que la devoción a la Virgen María auténtica, sometida a la devoción de Cristo, es el motivo más eficaz para la enseñanza del evangelio en el mundo.

Recordó el intenso debate que hubo en el Vaticano II sobre la colaboración de la Virgen a la obra de la redención. “Colaboró, todos tenemos una misión, bajo la inspiración del Espíritu Santo, y el ejemplo principal de esta colaboración se consagró totalmente a la persona de Jesucristo sirviendo con diligencia al Misterio de la Redención, con El y bajo El, con razón se ha llamado instrumento no solo pasivo, sino que cooperó a la salvación de los hombres con la fe y la obediencia libres”, subrayó el padre Llamas.

“A los teólogos españoles que habíamos defendido que desde el siglo IV, con el poeta Prudencio, ya se afirma en España que la Virgen no tuvo pecado original y colaboró a la obra de la Redención”, nos rechazaron, nos llamaron “inventores de doctrina”, principalmente los teólogos alemanes, recordó el padre Llamas.

“Tenemos toda una tradición y una riqueza de doctrina en los siglos XVI y XVII, en que se dice que ha colaborado con su Hijo a la obra de la Redención y por eso no podía estar bajo el pecado original”, añadió.

El poeta hispanolatino Aurelius Prudentius Clemens (Prudencio) nació en Calahorra, o en Zaragoza, en 348. Está considerado como uno de los mejores poetas cristianos de la Antigüedad. De familia cristiana y noble, fue profesor de retórica y jurisconsulto, y llevó a cabo una brillante carrera como funcionario imperial y gobernador de una provincia.

Viajó a Roma, entre 401 y 403, y allí desempeñó el cargo de prefecto bajo el mandato de Teodosio. Más tarde, hacia 400, se convirtió al cristianismo y se retiró a un monasterio, en Hispania, para dedicarse a la poesía religiosa, y allí murió hacia 410.

En su obra Psychomachia (Batalla por el alma del hombre), habla de los vicios y virtudes. La lujuria pone en peligro a la castidad con una antorcha recubierta de azufre, pero la castidad vence degollándola con una espada antes de celebrar la ejecución de Holofernes por Judith y la Inmaculada Concepción y la Encarnación.

Prudencio, casi contemporáneo de la gran persecución de Diocleciano, que tantos mártires causó en Hispania, al ensalzar con sus versos las glorias del martirio, pone en primer lugar las de la Virgen, llamándola Intemerata sin mancha y alabando la maternidad divina y su triunfo sobre el pecado original. Y así comienza una tradición inmaculista en España que siguió, por ejemplo con los reyes godos. Wamba mereció ser llamado por su celo en la defensa de esta prerrogativa “Defensor de la Purísima Concepción de María”.

El padre Llamas en su intervención leyó pasajes del capítulo VIII, el cual, en el número 59, dice: “Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el curso de su vida terrena, en alma y en cuerpo fue asunta a la gloria celestial y enaltecida por el Señor como Reina del Universo”.

A una pregunta de ZENIT acerca de en qué medida la doctrina sobre María ha contribuido al ecumenismo, el mariólogo español respondió que la dificultad que hubo y hay en la Iglesia, a la hora de afirmar la doctrina sobre la Virgen, “se debe al ecumenismo”.

“El capítulo VIII estuvo muy condicionado por el ecumenismo”, dijo. “En el capitulo VIII no aparece san José”. “Dos arzobispos orientales, propusieron que se hablara de María como corredentora y mediadora. Que se corrigiera el capítulo para introducir el nombre de san José”. “Todo ello ha retardado el desarrollo de la teología mariana y de la teología sobre san José, que es una figura teológica, y que participa en el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios”.

“María no era una mujer soltera, era una Virgen desposada. El capítulo VIII debió tener la delicadeza de decir que la Virgen era Madre del Hijo de Dios y esposa virginal de san José”, subrayó el mariólogo carmelita.

“Un arzobispo de Haití (francés) presentó un trabajo diciendo que había un vacío enorme al no incluir a san José”, informó.

“En consecuencia, no se ha podido hacer una doctrina para la familia, a partir del Concilio, para dignificar la paternidad. Había más teólogos que se hubieran inclinado por esclarecer el Misterio de la Encarnación”, concluyó el académico y mariólogo Enrique Llamas.


miércoles, 12 de diciembre de 2012

Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de América.

Quito, 12 de diciembre de 2012 (Heraldos Info).- Hoy, la Iglesia celebra en toda América la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. Fue en diciembre de 1531 que la Madre de Dios se le apareció en el cerro del Tepeyac (México) a un indio de nombre Juan Diego, quien siglos más tarde fue canonizado y Nuestra Señora quiso dejarle como prenda de su amor por el Nuevo Continente, el milagro que hasta hoy es admirado en el Santuario de Guadalupe: la hermosa Imagen de la Santísima Virgen estampada en el manto del vidente. 

La historia completa de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe se la puede encontrar en el Nican Mopohua pero aquí le ofrecemos un resumen extraído de catholic.net:

· Hace muchos años, los indios aztecas que vivían en el valle de México, no conocían a Jesús. Ellos tenían muchos dioses y eran guerreros. Los misioneros eran unos sacerdotes que vinieron de España y que poco a poco fueron evangelizando a los indios. Les enseñaron a conocer, amar e imitar a Jesús en la religión católica y los bautizaron.

Entre los primeros que se bautizaron, había un indio muy sencillo llamado Juan Diego, quien iba todos los sábados a aprender la religión de Cristo y a la misa del pueblo de Tlatelolco.

El sábado 9 de Diciembre de 1531, cuando Juan Diego pasaba por el Cerro del Tepeyac para llegar a Tlatelolco, escuchó el canto de muchos pájaros y una voz que le decía: "Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?". Al voltear Juan Diego vio una Señora muy hermosa.

La Señora le dijo: "Yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios. He venido hasta aquí para decirte que quiero que se me construya un templo aquí, para mostrar y dar mi amor y auxilio a todos ustedes".

La Virgen le dijo a Juan Diego que fuera a ver al Obispo y le contara lo que Ella le había dicho.

Juan Diego salió de la casa del Obispo muy triste porque no le creyó. Entonces fue al Cerro del Tepeyac a pedirle a la Virgen que mejor mandara a un hombre más importante porque a él no le creían.

La Señora le dijo a Juan Diego que volviera el domingo a casa del Obispo. Esta vez, el Obispo le dijo que le trajera una señal, es decir, una prueba de que la Señora de verdad era la Virgen.

Juan Diego no pudo ir al día siguiente al Tepeyac, pues su tío Bernardino se puso muy enfermo y fue por un médico. Fue hasta el martes, cuando al pasar por el cerro para ir por un sacerdote que confesara a su tío, se le apareció la Virgen y le dijo: "Juanito, Juan Dieguito; ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿Por qué te preocupas?”. Después, le hizo saber que su tío ya estaba curado y le pidió que subiera a la punta del cerro a cortar unas rosas y las guardara en su ayate. Juan Diego se sorprendió de aquella orden, pues era invierno y no era tiempo de rosas. Sin embargo, obedeció y encontró las rosas tal como la Virgen le había dicho. Se las llevó y Ella le dijo: "Hijo mío, el más pequeño, estas rosas serán la prueba que llevarás al obispo".

Juan Diego fue de nuevo a ver al Obispo y le dijo que la Virgen le había mandado la prueba de que Ella era realmente la Virgen.

Al soltar su ayate, las rosas cayeron al suelo y apareció dibujada en la tela la preciosa imagen de la Virgen de Guadalupe.

Fue entonces cuando el Obispo creyó que la Virgen quería que le construyeran en ese lugar un templo.

El ayate permaneció un tiempo en la capilla del Obispo Fray Juan de Zumárraga. El 26 de diciembre de 1531 lo trasladaron a una ermita construida al pie del Tepeyac.

· En 1754, Benedicto XIV nombró a al Virgen de Guadalupe patrona de la Nueva España, desde Arizona hasta Costa Rica.

· El 12 de octubre de 1895 se llevó a cabo la coronación pontificia de la imagen, concedida por León XIII.

· En 1904, San Pío X elevó el santuario de México a la categoría de Basílica y en 1910 proclamó a la Virgen de Guadalupe, Patrona de toda América Latina.

· En 1945, Pío XII le dio el título de la Emperatriz de América. El 12 de Octubre de 1976 se inauguró la nueva Basílica de Guadalupe.

Miles de personas de México y del mundo entero, visitan cada año la Basílica de Guadalupe, en donde está la hermosa pintura que la Virgen pintó a Juan Diego en su ayate para pedirle a Nuestra Madre su amor, su protección y su ayuda.

Las peregrinaciones no sólo se llevan a cabo en México, las hay en todos los países del mundo a diferentes templos. Algunas personas van de rodillas, porque le hacen una promesa a la Virgen cuando le piden un favor. En las peregrinaciones, la gente va haciendo oración, sacrificios y cantando. Muchas veces, las peregrinaciones vienen de muy lejos y se tardan varios días en llegar a darle gracias a la Virgen por algún milagro o favor que les concedió. El amor a la Virgen es lo que mueve a todas estas personas a irla a visitar desde su ciudad.

En las peregrinaciones, las personas suelen llevar estandartes con la imagen de la Virgen y mantas donde escriben el nombre de su pueblo, de su familia, de su empresa, etc.


domingo, 9 de diciembre de 2012

Primera Prédica de Adviento 2012 del predicador de la Casa Pontificia

Transmitimos la primera prédica de Adviento por parte del Padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap. predicador de la Casa Pontificia, la traducción la escogimos de la agencia de noticias ZENIT.

Primera Prédica de Adviento 2012
P. Raniero Cantalamessa, OFM Cap
ROMA, viernes 7 diciembre 2012 (ZENIT.org).- Iniciamos un nuevo ciclo de las predicaciones del padre Raniero Cantalamessa OFMCap, predicardor de la Casa Pontificia, que inicia el tiempo litúrgico de Adviento.
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1. El libro "comido"
En la predicación a la Casa Pontificia, trato de dejarme guiar, en la elección de temas, por las gracias o los eventos especiales que la Iglesia vive en un momento dado de su historia. Recientemente tuvimos la inauguración del Año de la Fe, el quincuagésimo aniversario del Concilio Vaticano II, y el Sínodo sobre la nueva evangelización y la transmisión de la fe cristiana. Pensé, por lo tanto, desarrollar en el Adviento una reflexión sobre cada uno de estos tres eventos.
Empiezo con el Año de la Fe. Para no perderme en un tema, la fe, que es tan vasto como el mar, me centro en un punto de la Carta Porta Fidei del santo padre, precisamente allí donde insta a hacer del Catecismo de la Iglesia Católica (CEC) (en el vigésimo aniversario de su publicación), el instrumento privilegiado para vivir fructuosamente la gracia de este año.
El papa escribe en su Carta:
"El Año de la Fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica.En efecto, en él se pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los maestros de teología a los santos de todos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe." 1
No hablaré ciertamente sobre el contenido del CEC, de sus divisiones, de sus criterios informativos; sería como tratar de explicar la Divina Comedia a Dante Alighieri. Prefiero hacer un esfuerzo por mostrar cómo hacer para que este libro, de instrumento tan silencioso, como un violín bien apoyado sobre un paño de terciopelo, se transforme en un instrumento que suene y sacuda los corazones. La Pasión de San Mateo de Bach, permaneció durante un siglo como una partitura escrita, conservada en los archivos de la música, hasta que en 1829 Felix Mendelssohn en Berlín hizo de ella una ejecución magistral, y desde ese día el mundo se enteró de qué melodías y coros sublimes, estaban contenidos en aquellas páginas que hasta entonces permanecian mudas.
Son realidades muy diferentes, es cierto, pero algo así pasa con cada libro que habla de la fe, como es el CEC: se debe pasar de la partitura a la ejecución, de la página muda a algo vivo que sacuda el alma. La visión de Ezequiel de la mano extendida sosteniendo un rollo, nos ayuda a entender lo que se requiere para que esto suceda:
"Yo miré: vi una mano tendida hacia mí, que sostenía un libro enrollado. Lo desenrolló ante mí: estaba escrito por el anverso y por el reverso; había escrito “Lamentaciones, gemidos y ayes”. Y me dijo: “Hijo de hombre, come lo que se te ofrece; come este rollo, y ve luego a hablar a la casa de Israel.” Yo abrí mi boca y él me hizo comer el rollo, y me dijo: “Hijo de hombre, aliméntate y sáciate de este rollo que yo te doy.”Lo comí, y fue en mi boca dulce como la miel" (Ez. 2,9-3,3).
El Sumo Pontífice es la mano que, en este año, ofrece de nuevo a la Iglesia el CEC, diciendo a cada su miembro: "Toma este libro, cómetelo, llénate el estómago". ¿Qué significa comerse un libro? No es solo estudiarlo, analizarlo, memorizarlo, sino hacerlo carne de la propia carne y sangre de la propia sangre, "asimilarlo", como se hace con los alimentos que comemos. Transformarlo de fe estudiada, a fe vivida.
Esto no se puede hacer con toda la dimensión del libro, y con todas y cada una de las cosas en ella contenidas. No se puede hacer analíticamente, sino solo sintéticamente. Me explico. Debemos comprender el principio que informa y une todo, en suma, el corazón del CEC. ¿Y cuál es ese corazón? No es un dogma, o una verdad, una doctrina o un principio ético; es una persona: ¡Jesucristo! "Página tras página --escribe el santo padre a propósito del CEC, en la misma carta apostólica--, resulta que lo que se presenta no es una teoría, sino un encuentro con una persona que vive en la Iglesia."
Si toda la Escritura, como dice Jesús mismo, habla de él (cf. Jn. 5,39), si está preñada de Cristo y si todo se resume en él, ¿podría ser de otro modo para el CEC, que, de las Escrituras mismas, quiere ser una exposición sistemática, elaborada a partir de la Tradición, bajo la guía del Magisterio?
En la Primera parte, dedicada a la fe, el CEC recuerda el gran principio de santo Tomás de Aquino según el cual "el acto de fe del creyente no se detiene ante el enunciado, sino que alcanza la realidad" (Fides non terminatur ad enunciabile sed ad rem)2. Ahora, ¿cuál es la realidad, la "cosa" última de la fe? ¡Dios, por supuesto! Pero no un dios cualquiera que cada uno se retrata a su gusto y voluntad, sino el Dios que se ha revelado en Cristo, que se "identifica" con él hasta el punto de poder decir: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" y "A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha contado" (Jn. 1,18).
Cuando hablamos de fe "en Jesucristo" no separamos el Nuevo del Antiguo Testamento, no comenzamos la verdadera fe con la llegada de Cristo a la tierra. Si fuera así, sería como excluir del número de creyentes al mismo Abraham, a quien llamamos “nuestro padre en la fe” (cf. Rm. 4,16). Al identificar a su Padre con "el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob" (Mt. 22, 32) y con el Dios "de la ley y los profetas" (Mt. 22, 40), Jesús autentificó la fe judía, mostró su carácter profético, diciendo que ellos hablaban de él (cf. Lc. 24, 27.44; Jn. 5, 46). Esto es lo que hace a la fe judía diferente a los ojos de los cristianos, de cualquier otra fe, y que justifica la condición especial de que goza, después del Concilio Vaticano II, el diálogo con los judíos respecto a otras religiones.
2. Kerigma y Didaché
Al inicio de la Iglesia era clara la distinción entre kerigma y didaché. El kerigma, que Pablo llama también "el evangelio", se refería a la obra de Dios en Cristo Jesús, el misterio pascual de la muerte y resurrección, y consistía en fórmulas breves de fe, como la que se puede deducir del discurso de Pedro en el día de Pentecostés: "Ustedes lo mataron clavándole en la cruz, Dios le resucitó y lo ha constituído Señor" (cf. Hch. 2, 23-36), o también: "Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo" (Rm. 10,9).
La didaché indicaba, en cambio, la enseñanza sucesiva a la llegada de la fe, el desarrollo y la formación completa del creyente. Estaban convencidos (especialmente Pablo) que la fe, como tal, germinaba solo en presencia del kerigma. Este no era un resumen de la fe o una parte de la misma, sino la semilla de la cual nace todo lo demás. También los cuatro evangelios fueron escritos más tarde, precisamente con el fin de explicar el kerigma.
Incluso el más antiguo núcleo del credo hacía referencia a Cristo, de quien metía en luz el doble componente: humano y divino. Un ejemplo de ello es considerado el verso de la Carta a los Romanos que habla de Cristo "nacido del linaje de David según la carne, constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos" (Rm. 1,3-4 ). Pronto este núcleo primitivo, o credo cristológico, fue incluido en un contexto más amplio como el segundo artículo del símbolo de la fe. Nacen, incluso por exigencias relativas al bautismo, los símbolos trinitarios llegados hasta nosotros.
Este proceso es parte de lo que Newman llama "el desarrollo de la doctrina cristiana"; es una riqueza, no un alejamiento de la fe original. Nos corresponde a nosotros hoy en día --y en primer lugar a los obispos, a los predicadores, a los catequistas--, distinguir el carácter "aparte" del kerigma como momento germinal de la fe.
En una ópera, para retomar la metáfora musical, está el recitado y el cantado; y en el cantado están los "agudos" que conmueven a la audiencia y provocan emociones fuertes, a veces incluso escalofríos. Ahora sabemos cuál es el agudo de cada catequesis.
Nuestra situación ha vuelto a ser la misma que en el tiempo de los apóstoles. Ellos tenían ante sí un mundo precristiano para predicar el evangelio; nosotros tenemos ante nosotros, al menos en cierta medida y en algunos sectores, un mundo poscristiano para reevangelizar. Tenemos que regresar a su método, sacar a la luz "la espada del Espíritu", que es el anuncio, en Espíritu y poder, de Cristo muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación (cf. Rm. 4,25).
El kerigma no es solo el anuncio de algunos hechos o verdades de fe claramente definidas; es también una atmósfera espiritual que se puede crear según lo que se diga, un contexto en el que todo se dispone. Está en el que anuncia, mediante su fe, permitirle al Espíritu Santo crear esta atmósfera.
Entonces, nos preguntamos, ¿cuál es el sentido del CEC? Lo mismo que en la Iglesia apostólica fue la didaché: formar la fe, dándole un contenido, mostrando sus exigencias éticas y prácticas, volviéndola una fe que "actúa por la caridad" (cf. Ga. 5,6). Lo clarifica bien un párrafo del mismo CEC. Después de recordar el principio tomista de que "la fe no termina en las formulaciones, sino en la realidad", añade:
"Sin embargo, nos acercamos a estas realidades con la ayuda de las formulaciones de la fe. Estas permiten expresar y transmitir la fe, celebrarla en comunidad, asimilarla y vivir de ella cada vez más"3.
Esta es la importancia del adjetivo "católico" en el título del libro. La fuerza de algunas iglesias no católicas es poner todo el énfasis en el momento inicial, en la llegada a la fe, en la adhesión al kerigma y en la aceptación de Jesús como Señor, visto, todo esto, como un "nacer de nuevo", o como "una segunda conversión". Sin embargo, esto puede convertirse en una limitación, si se detiene en eso y todo sigue girando en torno a eso.
Nosotros los católicos tenemos algo que aprender de estas iglesias, pero también tenemos mucho que dar. En la Iglesia católica esto es el comienzo, no el final de la vida cristiana. Después de esa decisión, se abre el camino hacia el crecimiento y la plenitud de la vida cristiana y, gracias a su riqueza sacramental, al magisterio, al ejemplo de muchos santos, la Iglesia católica se encuentra en una posición privilegiada para llevar a los creyentes a la perfección de la vida de fe.
El papa escribe en la citada carta Porta Fidei:
"A partir de la Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los maestros de la teología a los santos que han pasado a través de los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de las muchas maneras en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina para dar certeza a los creyentes en su vida de fe."
3. La unción de la fe
He hablado del kerigma como del "agudo" de la catequesis. Pero para producir este agudo no es suficiente levantar el tono de la voz, se necesita más. "Nadie puede decir '¡Jesús es Señor!' [¡esto es, por excelencia, el agudo!] sino en el Espíritu Santo" (1 Co. 15,3). El evangelista Juan hace una aplicación del tema de la unción, que se presenta particularmente actual en este Año de la fe. Él escribe:
"Ustedes tienen la unción del Santo, y todos ustedes lo saben [...] La unción que de él han recibido permanece en ustedes, y no necesitan que nadie se lo enseñe. Pero como su unción les enseña acerca de todas las cosas --y es verdadera y no es mentirosa--, como les ha enseñado, permanezcan en él" (1 Jn. 2, 20.27).
El autor de esta unción es el Espíritu Santo, como se deduce del hecho de que en otra parte, la función de "enseñar todas las cosas" es atribuida al Paráclito como "Espíritu de verdad" (Jn. 14, 26). Se trata, como escriben diferentes Padres, de una "unción de la fe": "La unción que viene del Santo –escribe Clemente de Alejandría--, se realiza en la fe"; "La unción es la fe en Cristo", dice otro escritor de la misma escuela4.
En su comentario, Agustín dirige en este sentido, una pregunta al evangelista. ¿Por qué, dice, has escrito tu carta, si aquellos a los que te dirigías habían recibido la unción que enseña acerca de todo, y no tenían necesidad de que nadie les instruyese? ¿Por qué este nuestro mismo hablar e instruir a los fieles? Y he aquí su respuesta, basada en el tema del maestro interior:
"El sonido de nuestras palabras golpea el oído, pero el verdadero maestro está dentro [...] Yo he hablado a todos, pero aquellos a los que no habla esa unción, a aquellos que el Espíritu no instruye internamente, se van sin haber aprendido nada [...] Por tanto, es el maestro interior el que realmente enseña; es Cristo, es su inspiración la que enseña."5
Hay una necesidad de instrucción desde fuera, necesitamos maestros; pero sus voces penetran en el corazón solo si se le añade aquella interior del Espíritu. "Y nosotros somos testigos de estos hechos, y también el Espíritu Santo que ha dado a los que le obedecen" (Hch. 5,32). Con estas palabras, pronunciadas ante el Sanedrín, el apóstol Pedro no solo afirma la necesidad del testimonio interno del Espíritu, sino también indica cuál es la condición para recibirlo: la voluntad de obedecer, de someterse a la Palabra.
Es la unción del Espíritu Santo que hace pasar de los enunciados de la fe a su realidad. El evangelista Juan habla de un creer que es también conocer: "Nosotros hemos conocido y hemos creído en el amor que Dios nos tiene" (1 Jn. 4,16). "Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios" (Jn. 6, 69). "Conocer", en este caso, como en general en toda la Escritura, no significa lo que hoy significa para nosotros, es decir, tener la idea o el concepto de una cosa. Significa experimentar, entrar en relación con la cosa o con la persona. La afirmación de la Virgen: "Yo no conozco varón", no quería decir que no sé lo que es un hombre...
Fue un caso de evidente unción de fe lo que Pascal experimentó en la noche del 23 de noviembre de 1654 y que fijó con cortas frases exclamativas en un texto encontrado después de su muerte, cosido en el interior de su chaqueta:
"Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob, no de los filósofos ni eruditos. Certeza. Certeza. Sentimiento. Alegría. Paz. Dios de Jesucristo [...] Se le encuentra solamente en los caminos del Evangelio. [...] Alegría, alegría. Alegría, lágrimas de alegría. [...] Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y aquel a quien tú has enviado: Jesucristo".6
La unción de la fe se da generalmente cuando, sobre una palabra de Dios o sobre una declaración de fe, cae repentinamente la iluminación del Espíritu Santo, por lo general acompañado por una fuerte emoción. Me acuerdo que un año, en la fiesta de Cristo Rey, escuchaba en la primera lectura de la misa la profecía de Daniel sobre el Hijo del Hombre:
"Yo seguía mirando, y en la visión nocturna, vi venir sobre las nubes del cielo alguien parecido al Hijo del hombre, que se dirigió hacia el anciano y fue presentado ante él. Le dieron poder, honor y reino y todos los pueblos, naciones y lenguas le servían. Su poder es eterno y nunca pasará, y su reino no será destruido" (Dn. 7,13-14).
El Nuevo Testamento, se sabe, ha visto realizada la profecía de Daniel en Jesús; él mismo ante el Sanedrín, la hace suya (cf. Mt. 26, 64); una frase del texto ha entrado incluso en el Credo: “y su reino no tendrá fin”, ("cuius regnum non erit finis").
Yo sabía, por mis estudios, todo esto, pero en ese momento era otra cosa. Era como si la escena tuviera lugar allí, ante mis ojos. Sí, el Hijo del hombre que avanzaba era él, Jesús. Todas las dudas y las explicaciones alternativas de los eruditos, que también conocía, me parecían, en ese momento, excusas para no creer. Experimentaba, sin saberlo, la unción de la fe.
En otra ocasión (creo que he compartido ya esta experiencia en el pasado, pero ayuda a entender el asunto presente), asistía a la Misa de Gallo presidida por Juan Pablo II en San Pedro. Llegó el momento del canto de la Calenda, es decir, la proclamación solemne del nacimiento del Salvador, presente en el Martirologio antiguo y reintroducida en la liturgia de Navidad después del Concilio Vaticano II:
"Muchos siglos después de la creación del mundo... Trece siglos después del Éxodo de Egipto... En la centésima nonagésima quinta Olimpiada, en el año 752 de la fundación de Roma... En el quadragésimo segundo año del imperio de César Augusto, Jesucristo, Dios eterno e Hijo del eterno Padre, habiendo sido concebido por obra del Espíritu Santo, después de nueve meses, nació en Belén de Judea, de la Virgen María, hecho hombre".
Al llegar a estas últimas palabras sentí una repentina claridad interior, por lo que recuerdo haber dicho a mí mismo: "¡Es cierto! ¡Es verdad todo esto que se canta! No son solo palabras. El Eterno entra en el tiempo. El último evento de la serie rompió la serie; ha creado un "antes" y un "después" irreversibles; el cómputo del tiempo que antes tenía lugar en relación a diferentes eventos (los Juegos Olímpicos tales, el reino de aquel), ahora se lleva a cabo en relación con un evento único": antes de él, después de él. Una conmoción repentina me atravesó totalmente, y sólo pude decir: "¡Gracias, Santísima Trinidad, y también gracias a ti, Santa Madre de Dios!".
La unción del Espíritu Santo también produce un efecto, por así decirlo, "colateral" en el que anuncia: le hace experimentar la alegría de anunciar a Cristo y su Evangelio. Transforma la tarea de la evangelización de solo incumbencia y deber, a un honor y un motivo de gozo. Es la alegría que conoce bien el mensajero que lleva a una ciudad sitiada, el anuncio de que el asedio fue levantado; o el heraldo que en la antigüedad corría por delante, para llevarle a la gente el anuncio de una victoria decisiva obtenida en el campo de su propio ejército. La "buena noticia", incluso antes de que al destinatario que la recibe, hace feliz al que la porta.
La visión de Ezequiel del rollo que se come, ha sucedido una vez en la historia en el sentido literal y no solo metafóricamente. Fue cuando el libro de la palabra de Dios ha resumido en una sola Palabra, el Verbo. El Padre lo ha portado a María; María lo ha acogido, ha llenado de él, incluso físicamente, su vientre, y luego se lo dio al mundo. Ella es el modelo de todo evangelizador y de todo catequista. Nos enseña a llenarnos con Jesús para darlo a los otros. María concibió a Jesús "por obra del Espíritu Santo", y así debe ser en cada predicador.
El santo padre concluye su carta de convocatoria al Año de la fe con una referencia a la Virgen: "Confiamos, escribe, a la Madre de Dios, proclamada "bendita" porque" ha creído" (Lc. 1,45), este tiempo de gracia"7. Le pedimos que nos obtenga la gracia de experimentar, en este año, muchos momentos de unción de la fe. "Virgo Fidelisora pro nobis." Virgen creyente, ruega por nosotros.
Traducción del original italiano por José Antonio Varela V.
1 Benedicto XVI, Carta apost. Porta Fidei, n.11
2 S. Tomàs de Aquino, Summa theologiae, II-II, 1,2,ad 2; cit. in CCC, n.170.
3 CEC, n. 170
4 Clemente Al. Adumbrationes in 1 Johannis (PG 9, 737B); Homéliies paschales (SCh 36, p.40): testi citati da I. de la Potterie, L’unzione del cristiano con la fede, in Biblica 40, 1959, 12-69.
5 S. Agostino, Comentario a la Primera Carta de Juan 3,13 (PL 35, 2004 s).
6 B. Pascal, Memorial, ed. Brunschvicg.
7 “Porta fidei”, nr. 15.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Monseñor Georg Gänswein nombrado Prefecto de la Casa Pontificia

Ciudad del Vaticano, 7 de diciembre de 2012 (Heraldos Info).- En Santo Padre nombró a su secretario personal Monseñor Georg Gänswein como Prefecto de la Casa Pontificia, elevándolo al mismo tiempo a la dignidad arzobispal. La ordenación episcopal será el próximo 6 de enero en la fiesta de la Epifanía y tendrá como sede titular la de Urbisaglia en Italia.

Mons. Gänswein nació en 1956 en Waldshut (Alemania) y fue ordenado sacerdote en 1984. Es licenciado en Derecho Canónico por la Katholisch-Theologische Fakultät de la Ludwig-Maximilians-Universität de Munich. Ha sido juez del Tribunal diocesano y colaborador personal del arzobispo de Freiburg im Breisgau. En 1995 entró a formar parte de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. En 1996 fue trasladado a la Congregación para la Doctrina de la Fe donde inició su trabajo de secretario personal del entonces prefecto de dicho dicasterio, el Cardenal Joseph Ratzinger ahora Benedicto XVI.

En el 2005, cuando el Cardenal Ratzinger fue elegido Papa, lo mantuvo como su secretario particular.

El Director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, el Padre Federico Lombardi,SJ, explicó que Mons. Ganswein no cesará en su cargo como secretario del Papa y compaginará ambos roles en el Vaticano.

Este cargo tiene como misión organizar el servicio de antecámara del Santo Padre, como preparar todo lo que se refiere a las audiencias y visitas de las personas admitidas a la presencia del Papa.

Además el prefecto de la Casa Pontificia está al cargo de los Ejercicios Espirituales del Santo Padre así como del Colegio Cardenalicio y de la Curia Romana, y a él también se confía la celebración de las ceremonias pontificias.

martes, 4 de diciembre de 2012

Inauguran pesebre con luz, sonido y movimiento en Recife - Brasil

Brasil, Recife, 4 de diciembre de 2012 (Heraldos Info).- Es costumbre en algunas casas de los Heraldos del Evangelio, promover en el periodo de adviento y navidad, pesebres con luz, sonido y movimiento. Esta vez la noticia nos llega desde la ciudad de Recife en Brasil.

Cada presentación dura aproximadamente 25 minutos. Mientras se escucha una bonita narración de los hechos sucedidos en torno al Nacimiento del Niño Dios, las piezas se iluminan y se mueven para contemplar y meditar mejor la historia.

El periodo de presentaciones comenzó el sábado, 1 de diciembre y continuará hasta el día 06 de enero 2013.

Si desea más información puede visitar el blog de los Heraldos del Evangelio en Recife: http://recife.blog.arautos.org/2012/11/presepio-som-luz-e-movimento/

domingo, 2 de diciembre de 2012

Motu Propio sobre el Servicio de la Caridad

Ciudad del Vaticano, 2 de diciembre de 2012 (Heraldos Info).- El Papa Benedicto XVI promulgó el Motu Proprio "Intima Ecclesiæ Natura", “De caritate ministranda” (Sobre el servicio de la caridad). Fue firmado el 11 de noviembre pasado y entrará en vigor el 10 de diciembre. Esta nueva normativa está compuesta por 15 artículos donde se trazan los perfiles jurídicos que conlleva este servicio en la Iglesia.

El Santo Padre subrayó que “en la actividad caritativa, las numerosas organizaciones católicas no deben limitarse a una mera recogida o distribución de fondos, sino que deben prestar siempre especial atención a la persona que se encuentra en situación de necesidad y llevar a cabo asimismo una preciosa función pedagógica en la comunidad cristiana, favoreciendo la educación a la solidaridad, al respeto y al amor según la lógica del Evangelio de Cristo”. “En todos sus ámbitos, la actividad caritativa de la Iglesia debe evitar el riesgo de diluirse en una organización asistencial genérica, convirtiéndose simplemente en una de sus variantes”.

Entre las disposiciones del Papa, figura que “las iniciativas colectivas de caridad a las cuales hace referencia el presente Motu Proprio deben seguir en su actividad los principios católicos”.

Otro punto que se destaca está en el art.7: «los agentes" deben ser personas que "al menos respeten, la identidad católica de estas obras» y (...) los obispos y párrocos «deben impedir que a través de las estructuras parroquiales o diocesanas se haga publicidad de iniciativas que, aunque se presenten con finalidades de caridad, propongan opciones o métodos contrarios a las enseñanzas de la Iglesia».

También el art. 11 indica que «El Obispo diocesano debe, si fuera necesario, hacer público a sus fieles el hecho que la actividad de un determinado organismo de caridad ya no responde a las exigencias de las enseñanzas de la Iglesia, prohibiendo por consiguiente el uso del nombre católico».

A continuación el Documento:


BENEDICTO XVI
Motu Proprio sobre el
SERVICIO DE LA CARIDAD


Proemio
«La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de los Sacramentos (leiturgia) y servicio de la caridad (diakonia). Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra» (Carta enc. Deus caritas est, 25).
El servicio de la caridad es también una dimensión constitutiva de la misión de la Iglesia y expresión irrenunciable de su propia esencia (cf. ibíd.); todos los fieles tienen el derecho y el deber de implicarse personalmente para vivir el mandamiento nuevo que Cristo nos dejó (cf. Jn 15, 12), brindando al hombre contemporáneo no sólo sustento material, sino también sosiego y cuidado del alma (cf. Carta enc. Deus caritas est, 28). Asimismo, la Iglesia está llamada a ejercer la diakoniade la caridad en su dimensión comunitaria, desde las pequeñas comunidades locales a las Iglesias particulares, hasta abarcar a la Iglesia universal; por eso, necesita también «una organización, como presupuesto para un servicio comunitario ordenado» (cf. ibíd., 20), una organización que a su vez se articula mediante expresiones institucionales.
A propósito de esta diakonia de la caridad, en la Carta encíclica Deus caritas est señalé que «es propio de la estructura episcopal de la Iglesia que los Obispos, como sucesores de los Apóstoles, tengan en las Iglesias particulares la primera responsabilidad de cumplir» el servicio de la caridad (n. 32), y observaba que «el Código de Derecho Canónico, en los cánones relativos al ministerio episcopal, no habla expresamente de la caridad como un ámbito específico de la actividad episcopal» (ibíd.). Aunque «el Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos ha profundizado más concretamente el deber de la caridad como cometido intrínseco de toda la Iglesia y del Obispo en su diócesis» (ibíd.), en cualquier caso era necesario colmar dicha laguna normativa a fin de expresar adecuadamente, en el ordenamiento canónico, el carácter esencial del servicio de la Caridad en la Iglesia y su relación constitutiva con el ministerio episcopal, trazando los perfiles jurídicos que conlleva este servicio en la Iglesia, especialmente si se presta de manera organizada y con el sostén explícito de los Pastores.
Desde esta perspectiva, por tanto, con el presente Motu proprio deseo proporcionar un marco normativo orgánico que sirva para ordenar mejor, en líneas generales, las distintas formas eclesiales organizadas del servicio de la caridad, que está estrechamente vinculada a la naturaleza diaconal de la Iglesia y del ministerio episcopal.
Se ha de tener muy presente que «la actuación práctica resulta insuficiente si en ella no se puede percibir el amor por el hombre, un amor que se alimenta en el encuentro con Cristo» (ibíd., 34). Por tanto, en la actividad caritativa, las numerosas organizaciones católicas no deben limitarse a una mera recogida o distribución de fondos, sino que deben prestar siempre especial atención a la persona que se encuentra en situación de necesidad y llevar a cabo asimismo una preciosa función pedagógica en la comunidad cristiana, favoreciendo la educación a la solidaridad, al respeto y al amor según la lógica del Evangelio de Cristo. En efecto, en todos sus ámbitos, la actividad caritativa de la Iglesia debe evitar el riesgo de diluirse en una organización asistencial genérica, convirtiéndose simplemente en una de sus variantes (cf. ibíd., 31).
Las iniciativas organizadas que promueven los fieles en el sector de la caridad en distintos lugares son muy diferentes entre ellas y requieren una gestión apropiada. De modo particular, se ha desarrollado en el ámbito parroquial, diocesano, nacional e internacional la actividad de la «Caritas», institución promovida por la Jerarquía eclesiástica, que se ha ganado justamente el aprecio y la confianza de los fieles y de muchas otras personas en todo el mundo por el generoso y coherente testimonio de fe, así como por la concreción a la hora de responder a las peticiones de las personas necesitadas. Junto a esta amplia iniciativa, sostenida oficialmente por la autoridad de la Iglesia, han surgido en diferentes lugares otras múltiples iniciativas, que nacen del libre compromiso de los fieles que quieren contribuir de diferentes maneras con su esfuerzo a testimoniar concretamente la caridad para con las personas necesitadas. Tanto unas como otras son iniciativas distintas en cuanto al origen y al régimen jurídico, aunque expresan igualmente sensibilidad y deseo de responder a una misma llamada.
La Iglesia, en cuanto institución, no puede ser ajena a las iniciativas que se promueven de modo organizado y son libre expresión de la solicitud de los bautizados por las personas y los pueblos necesitados. Por esto, los Pastores deben acogerlas siempre como manifestación de la participación de todos en la misión de la Iglesia, respetando las características y la autonomía de gobierno que, según su naturaleza, competen a cada una de ellas como manifestación de la libertad de los bautizados.
Junto a ellas, la autoridad eclesiástica ha promovido por iniciativa propia obras específicas, a través de las cuales provee institucionalmente a encauzar las donaciones de los fieles, según formas jurídicas y operativas adecuadas que permitan llegar a resolver con más eficacia las necesidades concretas.
Sin embargo, en la medida en que dichas actividades las promueva la propia Jerarquía, o cuenten explícitamente con el apoyo de la autoridad de los Pastores, es preciso garantizar que su gestión se lleve a cabo de acuerdo con las exigencias de las enseñanzas de la Iglesia y con las intenciones de los fieles y que respeten asimismo las normas legítimas emanadas por la autoridad civil. Frente a estas exigencias, era necesario determinar en el derecho de la Iglesia algunas normas esenciales, inspiradas en los criterios generales de la disciplina canónica, que explicitaran en este sector de actividades las responsabilidades jurídicas que asumen en esta materia los diversos sujetos implicados, delineando en particular la posición de autoridad y de coordinación que corresponde en esto al Obispo diocesano. Dichas normas, sin embargo, debían tener una amplitud suficiente para comprender la apreciable variedad de instituciones de inspiración católica que, en cuanto tales, actúan en este sector, tanto las que nacieron por impulso de la Jerarquía, como las que surgieron por iniciativa directa de los fieles, y que los Pastores del lugar acogieron y alentaron. Si bien era necesario establecer normas al respecto, era preciso a su vez tener en cuenta cuanto requiere la justicia y la responsabilidad que los Pastores asumen frente a los fieles, respetando la legítima autonomía de cada ente.
Parte dispositiva
Por consiguiente, a propuesta del Emmo. Presidente del Consejo Pontificio «Cor Unum», tras haber escuchado el parecer del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, establezco y decreto lo siguiente:
Art. 1. - § 1. Los fieles tienen el derecho de asociarse y de instituir organismos que lleven a cabo servicios específicos de caridad, especialmente en favor de los pobres y los que sufren. En la medida en que estén vinculados al servicio de caridad de los Pastores de la Iglesia y/o por ese motivo quieran valerse de la contribución de los fieles, deben someter sus Estatutos a la aprobación de la autoridad eclesiástica competente y observar las normas que siguen.
§ 2. En los mismos términos, también es derecho de los fieles constituir fundaciones para financiar iniciativas caritativas concretas, según las normas de los cánones 1303 CIC y 1047 CCEO. Si este tipo de fundaciones respondiese a las características indicadas en el § 1 se observarán asimismo, congrua congruis referendo, las disposiciones de la presente ley.
§ 3. Además de observar la legislación canónica, las iniciativas colectivas de caridad a las cuales hace referencia el presente Motu Proprio deben seguir en su actividad los principios católicos, y no pueden aceptar compromisos que en cierta medida puedan condicionar la observancia de dichos principios.
§ 4. Los organismos y las fundaciones que promueven con fines de caridad los Institutos de vida consagrada y Sociedades de vida apostólica están sujetos a la observancia de las presentes normas y deben seguir cuanto establecido en los cánones 312 § 2 CIC y 575 § 2 CCEO.
Art. 2. - § 1. En los Estatutos de cada organismo caritativo a los que hace referencia el artículo anterior, además de los cargos institucionales y las estructuras de gobierno según el can. 95 § 1 CIC, también se expresarán los principios inspiradores y las finalidades de la iniciativa, las modalidades de gestión de los fondos, el perfil de los propios agentes, así como las relaciones y las informaciones que han de presentar a la autoridad eclesiástica competente.
§ 2. Un organismo caritativo puede usar la denominación de «católico» sólo con el consentimiento escrito de la autoridad competente, como se indica en el can. 300 CIC.
§ 3. Los organismos con finalidad caritativa que promueven los fieles pueden tener un Asistente eclesiástico nombrado con arreglo a los Estatutos, conformemente a los cánones 324 § 2 y 317 CIC.
§ 4. Al mismo tiempo, la autoridad eclesiástica deberá tener presente el deber de regular el ejercicio de los derechos de los fieles a tenor de los cánones 223 § 2 CIC y 26 § 3 CCEO, con el fin de evitar el multiplicarse de las iniciativas de servicio de caridad en detrimento de la operatividad y la eficacia respecto a las finalidades que se proponen.
Art. 3.- § 1. A efectos de los artículos anteriores, se entiende por autoridad competente, en los respectivos niveles, la que se indica en los cánones 312 CIC y 575 CCEO.
§ 2. Si se trata de organismos no aprobados en el ámbito nacional, aunque trabajen en varias diócesis, se entiende por autoridad competente el Obispo diocesano del lugar en el cual se encuentre la sede principal de dicho ente. En cualquier caso, la organización tiene el deber de informar a los Obispos de las demás diócesis en las cuales lleva a cabo su labor, y de respetar sus indicaciones en relación a las actividades de las distintas entidades caritativas presentes en la diócesis.
Art. 4. - § 1. El Obispo diocesano (cf. can. 134 § 3 CIC y can. 987 CCEO) ejerce su solicitud pastoral por el servicio de la caridad en la Iglesia particular que tiene encomendada como Pastor, guía y primer responsable de ese servicio.
§ 2. El Obispo diocesano favorece y sostiene iniciativas y obras de servicio al prójimo en su Iglesia particular, y suscita en los fieles el fervor de la caridad laboriosa como expresión de vida cristiana y de participación en la misión de la Iglesia, como se señala en los cánones 215 y 222 CIC y 25 y 18 CCEO.
§ 3. Corresponde al respectivo Obispo diocesano vigilar a fin de que en la actividad y la gestión de estos organismos se observen siempre las normas del derecho universal y particular de la Iglesia, así como las voluntades de los fieles que hayan hecho donaciones o dejado herencias para estas finalidades específicas (cf. cánones 1300 CIC y 1044 CCEO).
Art. 5. - El Obispo diocesano debe asegurar a la Iglesia el derecho de ejercer el servicio de la caridad, y cuidar de que los fieles y las instituciones bajo su vigilancia observen la legislación civil legítima en materia.
Art. 6. – Es tarea del Obispo diocesano, como indican los cánones 394 § 1 CIC y 203 § 1 CCEO, coordinar en su circunscripción las diversas obras de servicio de caridad, tanto las que promueve la Jerarquía misma, como las que responden a la iniciativa de los fieles, respetando la autonomía que les fuese otorgada conformemente a los Estatutos de cada una. En particular, vele para que sus actividades mantengan vivo el espíritu evangélico.
Art. 7. - § 1. Las entidades a las que hace referencia el art. 1 § 1 deben seleccionar a sus agentes entre personas que compartan, o al menos respeten, la identidad católica de estas obras.
§ 2. Con el fin de garantizar el testimonio evangélico en el servicio de la caridad, el Obispo diocesano debe velar para que quienes trabajan en la pastoral caritativa de la Iglesia, además de la debida competencia profesional, den ejemplo de vida cristiana y prueba de una formación del corazón que testimonie una fe que actúa por la caridad. Con este objetivo, provea a su formación también en ámbito teológico y pastoral, con específicos curricula concertados con los directivos de los varios organismos y con propuestas adecuadas de vida espiritual.
Art. 8. – Donde fuese necesario por número y variedad de iniciativas, el Obispo diocesano debe establecer en la Iglesia que se le ha encomendado una oficina que en su nombre oriente y coordine el servicio de la caridad.
Art. 9. - § 1. El Obispo debe favorecer la creación en cada parroquia de su circunscripción de un servicio de «Caritas» parroquial o análogo, que promueva asimismo una acción pedagógica en el ámbito de toda la comunidad para educar en el espíritu de una generosa y auténtica caridad. Si fuera oportuno, dicho servicio se constituirá en común para varias parroquias del mismo territorio.
§ 2. Corresponde al Obispo y al párroco respectivo asegurar que, en el ámbito de la parroquia, junto a la «Caritas» puedan coexistir y desarrollarse otras iniciativas de caridad, bajo la coordinación general del párroco, si bien teniendo en cuenta cuanto indicado en el art. 2 § 4.
§ 3. Es un deber del Obispo diocesano y de los respectivos párrocos evitar que en esta materia se induzca a error o malentendidos a los fieles, por lo que deben impedir que a través de las estructuras parroquiales o diocesanas se haga publicidad de iniciativas que, aunque se presenten con finalidades de caridad, propongan opciones o métodos contrarios a las enseñanzas de la Iglesia.
Art. 10. - § 1. Corresponde al Obispo la vigilancia sobre los bienes eclesiásticos de los organismos caritativos sujetos a su autoridad.
§ 2. Es un deber del Obispo diocesano asegurarse de que los ingresos provenientes de las colectas que se realicen en conformidad a los cánones 1265 y 1266 CIC, y cánones 1014 y 1015 CCEO, se destinen a las finalidades para las cuales se han recogido (cánones 1267 CIC, 1016 CCEO).
§ 3. En particular, el Obispo diocesano debe evitar que los organismos de caridad sujetos a su cargo reciban financiación de entidades o instituciones que persiguen fines en contraste con la doctrina de la Iglesia. Análogamente, para no dar escándalo a los fieles, el Obispo diocesano debe evitar que dichos organismos caritativos acepten contribuciones para iniciativas que, por sus fines o por los medios para alcanzarlos, no estén de acuerdo con la doctrina de la Iglesia.
§ 4. De modo particular, el Obispo debe cuidar que la gestión de las iniciativas que dependen de él sea testimonio de sobriedad cristiana. A este fin, debe vigilar que los sueldos y gastos de gestión respondan a las exigencias de la justicia y a los necesarios perfiles profesionales, pero que a su vez sean debidamente proporcionados a gastos análogos de la propia Curia diocesana.
§ 5. Para permitir que la autoridad eclesiástica a la que hace referencia el art. 3 § 1 pueda ejercer su deber de vigilancia, las entidades mencionadas en el art. 1 § 1 deben presentar al Ordinario competente el balance anual, en el modo que indique el propio Ordinario.
Art. 11. - El Obispo diocesano debe, si fuera necesario, hacer público a sus fieles el hecho que la actividad de un determinado organismo de caridad ya no responde a las exigencias de las enseñanzas de la Iglesia, prohibiendo por consiguiente el uso del nombre «católico» y adoptando las medidas pertinentes en el caso de que aparecieran responsabilidades personales.
Art. 12.- § 1. EI Obispo diocesano debe favorecer la acción nacional e internacional de los organismos de servicio de la caridad bajo su solicitud pastoral, en particular la cooperación con las circunscripciones eclesiásticas más pobres, análogamente a cuanto establecen los cánones 1274 § 3 CIC y 1021 § 3 CCEO.
§ 2. La solicitud pastoral por las obras de caridad, según las circunstancias de tiempo y de lugar, pueden ejercerla conjuntamente varios Obispos de las diócesis más cercanas respecto a más de una Iglesia, en conformidad con el derecho. Si se tratase de ámbito internacional, es preciso consultar preventivamente el Dicasterio competente de la Santa Sede. Asimismo, es oportuno que, para iniciativas de caridad de ámbito nacional, el Obispo consulte la oficina correspondiente de la Conferencia Episcopal.
Art. 13.- La autoridad eclesiástica del lugar conserva siempre íntegro el derecho de dar su consentimiento a las iniciativas de organismos católicos que se desarrollen en el ámbito de su competencia, en el respeto de la normativa canónica y de la identidad propia de cada organismo, y es su deber de Pastor vigilar a fin de que las actividades realizadas en su diócesis se lleven a cabo conformemente a la disciplina eclesiástica, prohibiéndolas o adoptando las medidas necesarias si no la respetasen.
Art. 14. - Donde sea oportuno, el Obispo promueva las iniciativas de servicio de la caridad en colaboración con otras Iglesias o Comunidades eclesiales, salvando las peculiaridades propias de cada uno.
Art. 15. - § 1. El Consejo Pontificio «Cor Unum» tiene la tarea de promover la aplicación de esta normativa y de vigilar que se aplique en todos los ámbitos, sin perjuicio de la competencia del Consejo Pontificio para los Laicos sobre las asociaciones de fieles, prevista en el art. 133 de la Constitución apostólica Pastor Bonus, así como la de la Sección para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado, y salvadas las competencias generales de los demás Dicasterios y Organismos de la Curia Romana. En particular, el Consejo Pontificio «Cor Unum» debe vigilar que el servicio de la caridad de las instituciones católicas en ámbito internacional se desarrolle siempre en comunión con las respectivas Iglesias particulares.
§ 2. Análogamente, compete al Consejo Pontificio «Cor Unum» la erección canónica de organismos de servicio de caridad en el ámbito internacional, asumiendo sucesivamente las tareas disciplinarias y de promoción que correspondan por derecho.
Ordeno que todo lo que he deliberado con esta Carta apostólica en forma de Motu Proprio se observe en todas sus partes, no obstante cualquier disposición contraria, aunque sea digna de particular mención, y establezco que se promulgue mediante la publicación en el periódico «L'Osservatore Romano», y que entre en vigor el 10 de diciembre de 2012.
Dado en el Vaticano, el día 11 de noviembre del año 2012, octavo de Nuestro Pontificado.



BENEDICTUS PP. XVI